Un propósito mayor

Mi nombre es Diego Perdomo y nací en un hogar cristiano. Aprendí a hacer lo que era políticamente correcto, ya que era el hijo del pastor de la iglesia y debía comportarme de cierta forma, hablar de cierta forma, incluso vestir de cierta forma. Aprendí a actuar desde pequeño y a esconder la realidad cuando la puerta de la casa se cerraba.

Esa realidad era la de un padre ausente y algo violento y una madre que hacía lo que podía y trataba de hacer lo mejor con sus hijos. No quería vivir la vida que tenía, no quería ser el hijo del pastor, quería ser un niño normal, como todos los demás, sin la presión del qué dirán.

Quería buscar afecto, sentirme amado y no castigado, así que mi papel era el del niño bueno, hijo de pastor que todos veían con ternura y al que todos consentían. Recibía afecto sin nada a cambio y eso me hacía sentir bien.

Empecé a llevar una doble vida, en el colegio me sentía libre con mis amigos, con ellos descubrí las revistas pornográficas y por esa época también vi a mi papá viendo películas eróticas a altas horas de la noche. Así fue mi primera exposición a la pornografía.

El gusto por la pornografía fue creciendo con el tiempo, y claro, era un tema que jamás iba a hablar con mis padres. Sabía que no estaba bien porque debía hacerlo a escondidas, así que mis bases sobre la sexualidad y las relaciones estaban muy mal fundamentadas.

Mis padres se separaron por una infidelidad de mi papá, y esto ayudó a que mi mundo se derrumbara, así que la pornografía se hacía más fuerte en mi vida a mis 17 años. Me brindaba un sentimiento de poder, de dejar de ser ese niño consentido para poder tener el control. No me di cuenta que el consumo de esta clase de imágenes se estaba convirtiendo en algo normal para mí, como si fuera parte de mí.

Para cuando tenía 30 años ya me había alejado mucho de Dios y de una vida de iglesia. En ese entonces ya conocía al amor de mi vida, con ella decidimos volver a congregarnos, fue la primera vez que lo hacía por iniciativa propia y fue una experiencia maravillosa.

Los años pasaron y ya sabía que no era normal lo que hacía, esto ya se había salido de control, entonces decidí buscar ayuda, y aunque quien quiso ayudarme tenía muy buenas intenciones, no tenía la experiencia en el tema ni las herramientas necesarias, por lo que esa ayuda no fue suficiente.

Quería tener una familia, casarme y hacer mi propia vida. Al igual que muchos, pensé que al casarme la pornografía quedaría atrás, pensé que el día que dijera acepto, ahí iba a morir mi adicción. Para mí fue difícil asimilar el hecho de que no fuera así, pues mi consumo continuaba sin control. Mi esposa sabía que tenía “problemas” con la pornografía, pero nunca me había descubierto, hasta que un día sucedió, fue un momento muy oscuro para mí, muy vulnerable, pero hoy puedo dar gracias a Dios porque ese día llegó.

Ya teníamos una hija y mi esposa quiso dejarme, yo juré no volverlo a hacer y buscar ayuda. Como parte de todo este proceso nos cambiamos de iglesia, y fue allí, en la prédica de un domingo, que uno de los líderes dijo algo que nunca había escuchado desde un púlpito: reconoció haber tenido problemas con el consumo de pornografía. Fue muy impactante para mí, me sentí identificado, así que al terminar fui corriendo a buscarlo, a decirle por lo que estaba pasando, no pude más y rompí en llanto.

Decidimos hablar con más calma otro día, y cuando ese día llegó, sentí que pude dejar salir años y años de una carga que estaba llevando. Él me remitió con otra persona, la cual terminó por recomendarme los recursos que ofrece Libres en Cristo. Así llegué a este Ministerio. En el proceso hubo recaídas, recaídas que casi me cuestan el matrimonio, pero descubrí que no había una fórmula secreta, ni una receta, ni un paso a paso qué seguir para ser libre.

Descubrí que acercarme más a la luz me alejaría más de la oscuridad. Aprendí que hay que avergonzar a la vergüenza, y pasar por este proceso no enfocándome en el pecado, sino desde mi necesidad de conocer realmente a Dios y tener una verdadera relación con Él.

Sigo trabajando en mi relación con mis padres, lento pero seguro. Pero lo mejor ha sido aprender que la sexualidad fue creada por Dios y que puedo disfrutarla junto con mi esposa sin tener cucarachas en la cabeza; que a través de ella fortalecemos nuestra relación y que cuando vivimos dentro del diseño de Dios podemos glorificar Su nombre.

Dios ha sido demasiado bueno conmigo y mi familia, lo que un día casi me destruye y destruye mi hogar, hoy Dios lo usa para ayudar a otros a salir de ese hueco donde crees que nunca vas a poder salir. Hoy sigo peleando con la pornografía y el pecado sexual, pero desde otro campo de batalla; no lucho por dejar de verla, lucho contra ella para quitarle seguidores y arrebatarle a hombres que Dios quiere usar para cumplir con Su propósito.