Autosuficiencia rota en los brazos del Pastor: El dolor no fue un castigo, sino una corrección amorosa que me llevó a depender de Dios
Mi nombre es Kelly Aquino y soy mentora de Libres en Cristo desde el año 2017. Para empezar con mi testimonio quiero compartir contigo el Salmo que Dios me regaló cuando me trajo a servir en este Ministerio:
“Pero te confesé mi pecado, y no oculté mi maldad. Me decidí a reconocer que había sido rebelde contigo, y tú, mi Dios, me perdonaste”. Salmos 32:5 TLA
Fui “cristiana” desde que tengo memoria. Desde muy pequeña asistí a la iglesia con mi familia, mis abuelos eran cristianos y crecí en un entorno donde la iglesia era importante. Mis Padres fueron pastores durante varios años y para mí era normal llevar una vida de apariencia, pues no se predicaba en casa lo que se predicaba en el púlpito. La doble vida que vi dentro de mi núcleo familiar cercano me dio permiso para empezar a rebelarme en mi juventud llevando una vida llena de libertinaje, aparente obediencia, y dándome permisos porque no estaba haciéndole daño a nadie, mas no sabía que todo ese daño me lo estaba ocasionando a mí y a mi alma.
Fue entonces cuando mi hermana asistió a una iglesia y escuchó una charla en la que explicaban qué era Libres en Cristo (LEC), y Dios reveló a su corazón que tenía que estar en este Ministerio, y así fue. Por medio de ella estoy aquí y por su obediencia ahora puedo decir con convicción que mi vida tiene un antes y un después de mi curso de Camino de Libertad.
Yo nunca pensé que entrar en este camino sería fácil; me traería libertad, sí, pero también muchas batallas por pelear y enfrentar. Peleé mucho con la autosuficiencia, porque venía acostumbrada a hacer las cosas que quería, como quería, con quien quería y cuando las quería y en este camino tuve que rendirme, soltar todos mis argumentos y humillarme ante Su voluntad para mí; a veces lo hacía de buena gana y a veces no. Y tuve que desaprender todo lo que el mundo me mostró y permitirle a Dios gobernar muchas partes de mí, aún lo sigo haciendo, sigo rindiéndome y sigo humillándome ante aquellas cosas que mi humanidad quiere exaltar.
Hace un par de años terminé una relación que estaba destinada al fracaso, y una vez más me vi luchando con mi autosuficiencia, pues traté de verle el lado bueno a todo, pero poco a poco Dios iba revelando la verdad ante mis ojos. No quería entender, pero Dios me tenía en sus manos. Entonces tuve un accidente en casa en el que me fracturé la rodilla derecha. Fui al médico, me revisó y me tuvieron que operar, de hecho, tuve dos operaciones en la misma rodilla. Una para colocar clavos en el hueso y otra para retirarlos, en medio de todo ese proceso de dolor, de tristeza, de llanto y de lecciones, Dios se estaba encargando de revelar su propósito para mí otra vez.
Fue una serie de momentos duros, llenos de frustración y sanidad emocional y física en la que Dios empezó a mostrar el corazón de la persona que tenía al lado y a despejarme de lo que yo creía bueno y no era así. En medio de todo, fui testigo de cómo Dios envió esta situación para corregirme, enseñarme y nuevamente reencausarme a mi propósito en Él.
En todo este proceso me sentí como aquella ovejita a la que el pastor tiene que quebrarle una patita para que no se haga más daño. Los pastores hacen esto con la oveja que es desobediente y se va una vez, se va dos veces y las cosas se ponen complicadas porque de seguro esa oveja se puede ir una tercera vez. Y cuando esto sucede, el remedio es un tanto cruel pero muy necesario, pues el buen pastor, por cuidar de su oveja y para prevenirla de peligros y de que se pierda, debe fracturarle la pata para que aprenda la lección.
A partir de ese momento, esa oveja con la patita fracturada se queda al cuidado especial del pastor, y tienen que convivir para ayudarla a sanar; y por eso, debe cuidarla con esmero, pasando poco a poco por un proceso de recuperación donde la oveja va reincorporándose de nuevo a la vida y a su condición natural. Y el efecto de esto, es que, por la cercanía, reconocer al pastor y sus cuidados es que esa oveja nunca más se separará del rebaño sino al contrario, generará una relación tan especial y cercana con su pastor a tal grado que nunca más buscará separarse, no solo del rebaño, sino de la misma figura del pastor.
De la misma manera como el pastor procede con la oveja, Dios tuvo que traer este momento a mi vida para mostrarme su corrección, pero también su amor, cuidados, atención y con ternura permaneció a mi lado todo el tiempo de recuperación, proveyéndome, cuidándome, hablándome y ni un segundo me sentí sola, sé que siempre Él estuvo ahí, acompañándome y corrigiéndome con amor.
En medio de mis luchas y de mis debilidades, Él sigue siendo Dios y soberano sobre mi vida, ahora puedo reconocer con total libertad el señorío de Dios sobre mí y sé que, suceda lo que suceda, Él está a mi lado para ayudarme a levantarme y seguir el camino tomada fuertemente de su mano.
Como esa oveja a la que le fue quebrada la patita, experimenté la dependencia y cercanía a un Dios real y el mensaje claro a mi corazón de que nunca voy a poder enfrentar mis luchas y debilidades separada de mi Pastor.
Isaías 43:2 dice: “Aunque tengas graves problemas, yo siempre estaré contigo; cruzarás ríos y no te ahogarás, caminarás en el fuego y no te quemarás, porque yo soy tu Dios y te pondré a salvo”.
En este camino las luchas y las adversidades van a estar presentes, pero tenemos una comunidad fuerte, tenemos a un Dios todo poderoso y tenemos una fe qué alimentar para continuar este camino de Libertad. Espero que Dios hable a tu corazón por medio de este testimonio.
