Pornografía: la nueva droga

En esta publicación nos vamos a centrar en cómo la pornografía es una adicción (contrario a lo que muchos creen) y de los cambios que produce en el cerebro al estropear nuestra percepción del placer. Pero más que definirlo, necesitamos saber cómo emprender el camino de salida y restauración. Muchos defensores de la pornografía argumentan que tal adicción no existe, pues solamente se puede ser adicto a una sustancia; la pornografía, dicen, es una actividad, o es un estímulo visual, pero no una sustancia.

La verdad es que la pornografía es una feromona visual, una poderosa droga cuyo comercio se valora en un total de $100 billones anuales, y que está transformando la sexualidad humana inhibiendo el deseo sano y distorsionando la comunicación con la gente que amamos. Son cada vez más hombres los que reportan cierta impotencia selectiva, es decir, la capacidad de excitarse frente a la pornografía, pero no sentirse atraídos en absoluto por mujeres reales.

Los defensores de la pornografía comentan que es un hecho que las drogas, el alcohol y los cigarrillos son agentes físicos y químicos que son ingeridos y que pueden tener efectos adictivos, medibles y nocivos hasta un punto letal, pero que nadie ha muerto por ver pornografía, y por lo tanto no debe ser combatida ni regulado su consumo. ¿Has escuchado un argumento similar?

Ahora bien, si estás consumiendo pornografía ya has experimentado el efecto que estas imágenes tienen en tu cuerpo. Lo que queremos decir es que estás bien relacionado con las sensaciones físicas, externas que produce en ti este tipo de material. Sin embargo, es probable que desconozcas lo que sucede en tu interior, específicamente en tu cerebro. ¿Por qué es importante saberlo? Porque es allí donde empieza la adicción.

Para entender esto, tenemos que hablar de la dopamina. Este químico es un neurotransmisor asociado al sistema de recompensas y placer de nuestro cerebro, que está ubicado en el núcleo accumbens, un área del tamaño de una almendra. Cuando este núcleo es activado o estimulado por la dopamina y otros neurotransmisores, hace que valoremos y deseemos ser recompensados con placer. El flujo de dopamina es esencial para que los seres humanos deseemos y valoremos el placer genuino en la vida. Sin dopamina, no tendríamos incentivos para comer, procrear, o inclusive para ganar en un juego.

Cuando ves pornografía se activa este centro de recompensas, estimulado por la dopamina que produce tu cerebro al ser excitado por esta clase de imágenes. El problema viene cuando se produce lo que los especialistas llaman zona de tolerancia, que es cuando el cerebro se ‘aburre’ porque lo que ve ya no le está causando la misma excitación. Es como si se acostumbrara al mismo tipo de imágenes y por lo tanto ya no produce la misma cantidad de dopamina.

Hemos escuchado historias de hombres que empezaron viendo mujeres en vestido de baño o ropa interior, pero con el tiempo se dieron cuenta que ya no sentían el mismo nivel de placer, lo que los llevó a buscar imágenes más explícitas que estimularan su cerebro a tal punto que produjera más dopamina. Este es el inicio de la adicción porque este ciclo de aburrimiento para buscar cada vez más excitación, siempre se va a repetir.

¿Esto quiere decir que la atracción visual es un pecado? Creemos firmemente que no lo es. Sentir placer tampoco es pecado; disfrutar sensaciones placenteras en la vida (incluyendo el placer sexual), es parte de nuestra gratitud hacia Dios por nuestra naturaleza y nuestra identidad. Pero es una realidad que el placer en choques fulminantes, como los acelerones de dopamina que trae la pornografía, causan un daño real: el sobreuso y sobrecarga del sistema de recompensas causa adicción.

Cuando los canales cerebrales son usados compulsivamente, ocurre un desgaste que disminuye la cantidad de dopamina disponible en las áreas cerebrales que procesan el placer, y las células que producen dopamina comienzan a atrofiarse o a encogerse. Es como si todo el tiempo estuvieran exprimiéndose u ordeñándose para sacar hasta la última gota de dopamina, hasta dejarlas exhaustas.

Las células del sistema de recompensas en el núcleo accumbens son así privadas de dopamina y viven en un estado de hambre de esta droga, mientras también se estropean los receptores de las células del sistema de placer. De esta manera, el cerebro pierde toda noción de cómo disfrutar del placer genuino de una manera sana y natural. En este estado adictivo, la persona necesita estímulos sexuales cada vez más fuertes y novedosos para segregar dopamina y tratar de sentirse normal. Esto es lo que sucede en tu cerebro cada vez que consumes pornografía.

Lee el siguiente testimonio:

“La primera imagen pornográfica que vi fueron unas cartas de juego de azar, con mujeres sin ropa, aún tengo esas imágenes en la mente, y no las puedo sacar. Con el tiempo llegué a tener televisión por cable e internet, me di cuenta que las imágenes estáticas no eran suficientes para alimentar mi lujuria y comencé a ver películas y videos, pero al poco tiempo ya no me satisfacía, necesitaba ver mujeres teniendo relaciones sexuales. Ver solo mujeres no bastó; a los meses comencé a buscar chicas adolescentes por internet. Siendo honesto y transparente; en los momentos de mayor oscuridad de mi vida, hice un par de búsquedas de imágenes de zoofilia. Si no hubiera encontrado la libertad para la gloria de Dios no sé hasta dónde hubiese llegado”.

Esta insaciable insatisfacción puede ser a lo que se refería el autor en el siguiente verso:

“El sepulcro, la muerte y los ojos del hombre jamás se dan por satisfechos”. Proverbios 27:20 NVI

Pero hay esperanza, y esta empieza cuando nos animamos a pedir ayuda; cuando finalmente rompemos el silencio y logramos ponernos por encima de la vergüenza para abrir nuestra historia de consumo a alguien que pueda ayudarnos. Sabemos que no es fácil y es común sentir que se batalla solo, y que se siente un enorme miedo a ser juzgado y señalado, pero la evidencia respaldada por cientos de historias nos dice que la confesión es poderosa para comenzar a vencer la dependencia que hemos generado por nuestro consumo de pornografía. No es la solución definitiva, pero sin duda es un duro golpe a esa fortaleza que se ha levantado en nosotros y que nos mantiene como prisioneros.

La adicción es como uno de esos hongos que crecen y se fortalecen en la oscuridad, pero que cuando son expuestos a la luz, se debilitan y mueren. Te dejamos con el siguiente verso para tu reflexión:

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. Salmo 32:3-5 RVR1960